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INTERNACIONALES

11 de mayo de 2025

El Día del Trabajador en Venezuela: entre la desolación y la burla

Lejos de celebrar conquistas laborales, la fecha desnuda el colapso de un país donde el empleo perdió todo valor transformador

El Día del Trabajador pasó en En un nuevo gesto de cinismo, El sector privado no escapa a esta tragedia. Aunque los salarios mínimos en empresas formales oscilan los 200 dólares, siguen siendo irrisorios ante el costo de vida. Venezuela, arrastrada por una dolarización de facto surgida del colapso del bolívar, se ha convertido en uno de los países más caros de América Latina.

Según una investigación del economista Omar Zambrano, entre 2012 y 2021 Venezuela perdió más de 4 millones de trabajadores. La mayoría eran jóvenes, calificados, con alto nivel educativo. Se estima que se evaporaron más de 55 millones de años de escolaridad. La inflación galopante pulverizó los salarios, y con ellos, el capital humano. No es coincidencia que los picos de hiperinflación coincidan con los mayores flujos migratorios.

Pese a todo, los trabajadores venezolanos siguen siendo una de las fuerzas laborales más calificadas de América Latina. Por eso, los países de la región deberían implementar políticas migratorias inteligentes que permitan integrar y aprovechar ese talento para su propio desarrollo.

Mientras tanto, el régimen sigue el juego de siempre. Maduro culpa ahora a las sanciones, a la administración de Trump y a la suspensión de la licencia de Chevron, ignorando que durante casi dos años con la licencia vigente, ni los salarios ni las pensiones mejoraron. Todo quedó en lo mismo: promesas vacías y recursos canalizados hacia la estructura represiva de la dictadura.

La ausencia de un proyecto económico sostenible, la corrupción estructural y la indiferencia del poder han dejado al trabajador venezolano sin herramientas, sin derechos y sin futuro. El discurso oficial se limita a simulacros: bonos inestables, promesas huecas y discursos desconectados de la vida real.

Ahora más que nunca, debemos exigir, sin descanso, que el trabajo vuelva a ser lo que debe ser: el camino hacia una vida digna, no una condena al sufrimiento. Si algo queda en pie en esta tierra golpeada, es la voluntad de quienes aún trabajan, luchan y sueñan con reconstruirla.

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